Rubén Blades Bellido de Luna Díaz, conocido artísticamente como Rubén Blades, nació en la ciudad de Panamá en el año 1948. Su estilo ha sido calificado de innumerables maneras hartas conocidas por sus seguidores, y por quienes no lo son también.
Hablar del cantautor va más allá de los simples comentarios de su faceta artística, se hace necesario establecer una relación -a manera de introspectiva-, entre la letra de sus canciones, que llamarlas así sería una simpleza, y la intención del autor.
Rubén Blades no es un compositor de canciones dirigidas a complacer a quienes lo escuchan, son llamados de atención en donde pretende hacer que quienes lo disfruten queden al final con un cúmulo de dudas, muchas de ellas existenciales, que buscan despejar una interrogante general en casi todos los seres vivos humanos, “lo estoy haciendo bien o mal?”
Las letras se expresan por sí mismas y los acordes musicales sirven como el fondo de sus ideas e intenciones, por qué no? basta solo leerlas sin prestarle atención a la música para caer en cuenta que, en algunos casos, por no generalizar, son ráfagas de viento gélido que golpea el rostro de quienes se atreven a escuchar más allá de una canción.
Partiendo de la máxima “el movimiento se demuestra andando”, precisaré lo comentado anteriormente.
Pablo Pueblo representa al habitante común de cualquier ciudad -preferiblemente latinoamericana-, hijo del grito y la calle, de la miseria y del hambre, del callejón y la pena. Su alimento es la esperanza, su paso no lleva prisa. Su sombra nunca lo alcanza. Muestra palpable de la resignación sin mayores pretensiones.
Siguiendo en la misma línea, nos encontramos con Juan Pachanga, de quien todos piensan -casi envidian-, que es feliz, ignorando que lleva el alma, el dolor de una traición que solo calman los tragos, los tabacos y el tambor. Mientras la gente duerme aparece con su pena y amanece. Es el hombre que espía el dolor de su despecho bajo el manto de la nocturnidad.
En la canción Plástico, el autor hace un llamado a no dejarse vislumbrar por las apariencias, pidiendo a que nunca se venda el destino por el oro ni la comodidad. Nunca descanses – señala-, pues nos falta andar bastante. Vamos todos adelante para juntos terminar con la ignorancia que nos trae sugestionados con modelos importados que no son la solución. Es el consejo de buscar la superación hasta lograrla.
Tal vez una de las canciones de la autoría de Rubén Blades es la que narra una escena común de la noche. Es el caso de Pedro Navaja, el ladrón de poca monta que encuentra la muerte por haberse considerado lo máximo y, al final, nadie lo llora, todos lo ignoran. En plena acción, mientras reía, el puñal le hundía sin compasión cuando de pronto sonó un disparo como un cañón. Aunque hubo ruido nadie salió, no hubo curiosos, no hubo preguntas, nadie lloró. Una muerte más resultado de creerse estar por encima de los demás.
La frustración por la pérdida de las ilusiones la encontramos en Buscando Guayaba cuando el autor confiesa haber viajado mucho por todo el mundo y nunca pudo encontrar una guayaba que detuviera su caminar y aunque encontró una casa dorada, esa guayaba no pude hallar. Conducta propia de quien sale al encuentro del destino deseado y llega al final del día cansado y frustrado.
Esta referencia ha sido poca si tomamos en cuenta la cantidad de canciones escritas por Rubén Blades. En otra oportunidad comentaremos algunas otras.
Hasta la próxima.
@vivirelbolero
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